Solo a su suerte
Es sabido que Pedro Castillo encuentra en su círculo familiar y amical más cercano a sus principales asesores y confidentes. Esto configura un problema, ya que aquellos que ejercen mayor influencia sobre el presidente no son en absoluto responsables ante la ciudadanía, ni mucho menos han sido elegidos para ostentar el poder que hoy detentan. En esta categoría caen personajes como Hugo Pacheco o Biberto Castillo, cuya influencia es probadamente negativa.
Esto, además, va en claro perjuicio de gabinete ministerial, cuyos integrantes encuentran un pobre o nulo respaldo de quien los designó. Así ha quedado demostrado en reiteradas ocasiones, como cuando el presidente se reunió con un grupo de exministros de economía y excluyó al suyo, o cuando realizó el informe de sus 100 primeros días en ausencia de la premier Vásquez.
A estos antecedentes se ha sumado esta semana el de Avelino Guillen, ministro del interior que encuentra la permanente hostilidad del comandante general de la policía Javier Gallardo, quien insiste con polémicos ascensos y pases al retiro. Ante esta situación, como se ha revelado esta semana, lejos de encontrar el apoyo del presidente, Guillén tiene que hacer malabares para conseguir siquiera hablar con él.
Estamos pues ante un conjunto de ministros solos a su suerte. ¿Qué probabilidad de éxito puede tener un gobierno en estas condiciones?
Paradójicamente, pareciera ser que los únicos titulares de cartera que han encontrado algún nivel de apoyo en Castillo son quizás los más nocivos que han desfilado hasta ahora, a saber: Juan Silva de transportes y los exministros Luis Barranzuela e Iber Maraví, cuya necesaria salida Castillo prolongó hasta que su continuidad era insostenible.
Prepararse para el encargo
Después de todo lo comentado esta semana, no hace falta ahondar en el paupérrimo desempeño del presidente Castillo en su entrevista con Fernando del Rincón de CNN. Cada vez resulta más evidente lo grande que le ha quedado el encargo y -lo que es quizás más preocupante- su nula disposición a confiar en quienes podrían brindarle lo que a él le falta en experiencia y preparación.
Pero sí quisiera destacar un elemento sobre el que creo que vale la pena reflexionar, y tiene que ver con el argumento recurrente en Castillo sobre que nadie lo preparó para el encargo y que está aprendiendo sobre la marcha. Más que el propio argumento, lo que más desconcierta es la naturalidad con la que el presidente lo da, como si fuera absolutamente natural usar el gobierno para formarse.
Sin pretenderlo, el presidente señala un reto monumental para nuestra democracia: la formación de cuadros políticos. Y es que, así como los buenos abogados o economistas se forman y cuajan, los políticos también pueden y deben hacerlo. Eso es lo que vemos en las democracias maduras, donde los políticos que llegan más lejos suelen haber pasado por curvas de aprendizaje largas. Para muestra está el propio Joe Biden, quien alcanzó la presidencia de Estados Unidos tras más de cuatro décadas de carrera política.
¿Cuál es el especio natural para la formación de políticos? Pues los partidos, que es precisamente aquello de lo que carecemos. Lo preocupante es que, lejos de movernos en la dirección correcta, en el pasado reciente hemos visto decisiones de política que van precisamente en contra del fortalecimiento partidario, como la suspensión de las elecciones primarias y la absurda prohibición de la reelección congresal.
Si no nos tomamos en serio la tarea de una reforma política que tenga como centro a los partidos políticos, seguiremos llevando al poder a aventureros sin nada que perder como quien hoy nos gobierna.
Realizado por: Joaquín Rey, investigador principal de Videnza Consultores
Columna de opinión publicada el 30 de enero de 2022 en el diario Perú21.