Lo pequeño sí importa
A veces, las grandes respuestas a las crisis más apremiantes están donde menos lo creemos. Más incluso en un mundo cada vez más polarizado como el actual. Por eso, quiero esta vez poner sobre la mesa un tema que me parece revolucionario. Y es que mientras el mundo discute acerca de las energías limpias y los bonos de carbono –lo cual, por supuesto, está bien–, resulta que hay un ejército microscópico que, en los océanos, está combatiendo en silencio una batalla crucial contra el calentamiento global.
Se trata del zooplancton, un grupo variado de seres vivos diminutos que apenas conocemos y que, según una reciente investigación publicada en “Limnology and Oceanography” y reseñada por la BBC, están ayudando a reducir el calentamiento global. ¿Cómo así? Porque, según dicha investigación (“Seasonally migrating zooplankton strongly enhance Southern Ocean carbon sequestration”), lo que hacen estos pequeñines es atiborrarse de alimento en primavera, y luego con esta grasa acumulada se hunden a cientos de metros en las profundidades del océano para hibernar y quemar esa grasa. “Esto les permite retener carbono que calienta el planeta, equivalente a las emisiones anuales de unos 55 millones de coches de gasolina, e impedir que siga calentando nuestra atmósfera”, señala la BBC.
Y lo que es más llamativo es que resulta que este proceso por el cual estos animales transportan carbono a las profundidades oceánicas ha sido subestimado durante décadas. El estudio se basa en data de biomasa, distribución, respiración y mortalidad de zooplancton recopilada durante 100 años en el Océano Antártico. Y lo que descubre es que solo dicho océano, adonde migran distintos tipos de zooplancton, es responsable del 40% de todo el calor extra que los océanos absorben producto de nuestra quema de combustibles fósiles. Sin esa bomba biológica –señalan los investigadores–, los niveles de CO₂ atmosférico podrían ser el doble.
El hallazgo no solo tiene implicancias científicas. También es una lección política, económica y ética. Porque nos muestra, una vez más, que el planeta funciona por cadenas invisibles acumuladas en el tiempo de organismos que ni siquiera vemos. Y la paradoja cae por su propio peso: mientras estos seres diminutos trabajan para enfriar el planeta, nosotros aceleramos su extinción.
¿Qué tiene que ver esto con el Perú? Mucho más de lo que parece. Somos un país con uno de los mares más ricos del mundo, y cuya economía depende, entre otras cosas, de la pesca y de los recursos naturales. Pero también somos uno de los países más vulnerables al cambio climático. La lucha contra el calentamiento global debería ser una necesidad de supervivencia para todos, sobre todo para los hacedores de política pública.
Y aquí entra en escena un actor poco conocido pero clave: el Laboratorio de Zooplancton y Producción Secundaria (LZPS) del Instituto del Mar del Perú (Imarpe). Este laboratorio, entre otras funciones, estudia la composición y abundancia del zooplancton en nuestro mar, analiza su papel como alimento en la cadena alimenticia, y monitorea su relación con la salud del ecosistema.
Además, realiza estudios sobre los huevos y larvas de peces de importancia comercial como la anchoveta, y analiza cómo las condiciones ambientales afectan su crecimiento y mortalidad.
Lo que está ocurriendo en las profundidades del Océano Antártico también ocurre frente a nuestras costas. Nuestros tomadores de decisiones, si realmente estuvieran preocupados por lo importante, deberían mirar con más atención este tipo de investigaciones.
Columna de opinión de Janice Seinfeld, presidenta de Videnza, publicada en el diario El Comercio.





 
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