Economía del comportamiento: una oportunidad para mejorar la política pública
La economía ha sido por largo tiempo la ciencia social con más aportes y recomendaciones a la formulación de políticas públicas. Sin embargo, como mencionan Amir, Ariely y Mullainathan, existe una gran oportunidad para que ciencias como la psicología o la economía del comportamiento contribuyan a la elaboración de políticas públicas más eficientes.
Esta última, como sostienen Camerer y Loewenstein, es la rama de la economía que amplía su poder explicativo y predictivo al incorporar a su análisis fundamentos psicológicos que describen de manera más real el actuar del ser humano. Desde el año 2002, cuando Smith y Kahneman —considerado el fundador de la economía del comportamiento—ganaron el Premio Nobel de Economía por integrar al análisis económico conocimientos fundamentales de la psicología cognitiva —sobre todo aquellos relacionados al comportamiento humano bajo condiciones de incertidumbre—, el desarrollo académico de la esta disciplina ha sido notable.
Sin embargo, recién en los últimos años, particularmente desde que el Gobierno británico creó el Behavioural Insights Team, también conocido como “The Nudge Unit”, la economía del comportamiento ha sido de gran ayuda para la formulación de novedosas políticas públicas en diversos sectores, como la educación, el medioambiente, la salud y la seguridad, todos ellos críticos para el desarrollo de los países. Qué duda cabe que en el Perú son áreas indispensables de mejorar en la actualidad.
Uno de los principales aportes de la economía del comportamiento para la formulación de políticas públicas ha sido The Nudge Theory o Teoría del Refuerzo Positivo, que propone influir en la toma de decisiones de los agentes, pero sin restringir su libertad de elección. Así, en su libro Nudge: Improving Decisions about Health, Wealth, and Happiness, Thaler y Sunstein definen nudge como cualquier aspecto que interviene en la toma de decisiones alternando el comportamiento de las personas de una manera predecible sin prohibir opciones o cambiar significativamente sus incentivos económicos.
Un ejemplo bastante simple de nudge es el documentado por Kim Ly et ál. en A Practitioner’s Guide to Nudging. Los autores mencionan cómo en Copenhague, para incentivar a la gente a usar los basureros públicos sin recurrir a multas u otro tipo de políticas coercitivas, se colocó en la acera una serie de huellas verdes que guiaban hacia tachos de basura pintados del mismo color. Una evaluación del programa determinó que el porcentaje de personas que arrojaban basura en la calle disminuyó en 46%.
El ejemplo anterior demuestra cómo se pueden aprovechar los conceptos desarrollados por la economía del comportamiento para implementar políticas públicas simples y eficientes. Durante las siguientes semanas seguiré compartiendo casos de cómo diferentes refuerzos positivos pueden ser utilizados para mejorar la política pública en el Perú.
Realizado por: Janice Seinfeld, presidenta de Videnza
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