Cheque sin fondo
Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2018 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), los países que más progresan y que ofrecen los mayores niveles de calidad de vida a sus ciudadanos son aquellos que priorizan proyectos dirigidos a las verdaderas problemáticas de la población. En contraposición, la semana pasada, este Diario reveló que en los últimos cuatro días del 2019, el Estado Peruano ejecutó el 10% de lo invertido en todo el año: S/3.214 millones destinados a obras. De ese monto, S/1.540 millones fueron desembolsados por el gobierno central, S/987 millones por las municipalidades y S/688 millones por los gobiernos regionales. Aunque las cifras definitivas podrían haber variado tras algunas anulaciones, claramente representan una forma ineficiente de inversión pública.
Una mala gestión pública compromete la cantidad y la calidad de la provisión de bienes y servicios que el Estado debe brindar a los ciudadanos. Por lo general, el análisis de la gestión pública a nivel de opinión pública se restringe a evaluar si se gastó mucho o poco, y no se enfoca en si se gastó bien o mal. Y a veces, lamentablemente, los que gastan un alto porcentaje de su presupuesto no necesariamente lo gastan bien. Por ello, es fundamental que la gestión pública se oriente hacia resultados y no se centre exclusivamente en la capacidad de gasto.
Como ha comentado mi colega Milton von Hesse, director de Videnza Consultores, la ineficiente ejecución del presupuesto –sobre todo a niveles locales–, responde, principalmente, a tres causas. En primer lugar, a la inexistencia de una carrera pública que impide contar con capital humano capacitado para asumir estos retos. Esto sumado a la alta rotación del personal. En segundo lugar, a la falta de continuidad en los procesos. Cada nueva gestión cuestiona lo priorizado y realizado por sus predecesores. Estas idas y vueltas lógicamente se traducen en pérdida de tiempo y dinero. Finalmente, existe la tendencia a solo invertir en proyectos efectistas de corto plazo que no impactarán significativamente en la calidad de vida de la comunidad.
Una herramienta que, de ser correctamente usada, permitirá priorizar mejor las inversiones este 2020 será el Plan Nacional de Infraestructura para la Competitividad, elaborado por el Ejecutivo. Este ha calculado la brecha total de infraestructura del Perú en 363.000 millones de soles en el largo plazo, monto que equivale al 49% del PBI. Pero esta cifra, por inconmensurable que parezca, considera solo infraestructura pura y dura: construcción de hospitales y colegios, implementación de tuberías, etc. Es decir, si bien es fundamental cerrar las brechas de acceso, también lo es garantizar servicios de calidad y contemplar sus costos de mantenimiento. De poco sirve, por ejemplo, que el 85% de nuestros alumnos acceda a educación secundaria si, cuando se mide su rendimiento en segundo de media, solo el 14% obtiene resultados satisfactorios.
Esta inequidad justamente ha sido abordada por la edición 2019 del Informe sobre Desarrollo Humano. Este se centró en comprender la desigualdad en el siglo XXI, aquello que la impulsa y su impacto en el bienestar de las personas. Fue más allá de analizar el nivel de ingresos para enfocarse en dimensiones como la salud y la educación. Esto porque, si bien en el mundo se está avanzando en la reducción de las privaciones extremas, continúan existiendo amplias disparidades en el terreno del desarrollo humano. Por ejemplo, “en algunos países desarrollados el diferencial de esperanza de vida a los 40 años entre el 1% de la población con mayores ingresos y el 1% con menores ingresos es de 15 años para los hombres y 10 años para las mujeres”, señala el informe.
Para disminuir la desigualdad en la calidad de los servicios en nuestro país requerimos cambiar el modelo de gestión. Hacer las cosas diferente teniendo un norte definido (¿cuál es el plan?) y garantizando que los recursos de todos están siendo eficientemente empleados. Ese no parece haber sido el caso en el 2019. Ojalá el 2020 arranque con mayor claridad.
Realizado por: Janice Seinfeld, presidenta de Videnza
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