La indolencia
Al momento en que escribo estas líneas, se ha confirmado la muerte de 23 compatriotas como consecuencia de la convulsión social que vive nuestro país. Ha sido una semana sumamente triste que debería interpelar a toda la sociedad y a la clase política en particular.
No obstante, parece que esta última no llegara a aquilatar la verdadera dimensión de la crisis. La muestra más grande de desconexión e indolencia la tuvimos el viernes, cuando el dictamen de adelanto de elecciones fracasó luego de reunir el apoyo de solo 49 legisladores. Una soberana mezquindad.
Ya antes del intento de golpe de Castillo, el adelanto de elecciones era un clamor mayoritario, pero, luego de este, el adelanto es un consenso ciudadano, algo sumamente inusual en la vida pública peruana. Es inaceptable que el Legislativo –poder que por definición está llamado a representar a la ciudadanía– dé la espalda de manera tan grosera a la inequívoca voluntad popular.
Los argumentos para rechazar esta medida, tanto desde la izquierda como la derecha, son descaradamente distanciados de las reales prioridades y urgencias de los peruanos. Por su parte, la izquierda (Bloque Magisterial, Perú Democrático, Cambio Democrático, Perú Bicentenario) se resiste porque insiste en que el adelanto de elecciones debe venir acompañado por una Asamblea Constituyente. Una verdadera cantaleta. Habría que recordarle que mientras el adelanto es un consenso, solo el 7% de peruanos ve la Constituyente como una prioridad (Ipsos, mayo de 2022).
Por otro lado, desde la derecha, Avanza País insiste en que no debe haber adelanto sin reforma electoral. ¿Alguien podría creer que este Congreso, cuya vocación ha sido más bien la contrarreforma en la educación y el transporte, podría producir una reforma política aceptable en pocos meses? Ya tuvo año y medio, y lejos de avanzar, se retrocedió. Por ejemplo, las elecciones primarias que ya estaban aprobadas para los comicios regionales y locales de este año fueron suspendidas por el propio Parlamento.
Por supuesto que profundas reformas son necesarias (bicameralidad, redefinición de circunscripciones, elecciones de término medio, etc.), pero usar este argumento para bloquear el adelanto es, cuando menos, ingenuo y más bien suena a excusa.
Más a la derecha, los argumentos de Renovación Popular son aún más inaceptables. Su razonamiento, que ha sido planteado con claridad por los congresistas Montoya y Cueto, se puede resumir en la frase “la culpa es de Castillo y no del Congreso, ¿por qué nos vamos a ir?”, una lógica francamente infantil. Es evidente que el golpe lo produjo el aspirante a tirano de Castillo, pero acá de lo que se trata es de resolver una crisis y evitar más muertes. Eso requiere un mínimo de desprendimiento y humildad, valores claramente escasos en el primer poder del Estado.
Finalmente, una mención aparte merecen los 25 legisladores que se abstuvieron en esta crítica votación. En circunstancias como esta, la neutralidad es la peor de las posturas por cobarde e indolente. A estos señores los elegimos para decidir. ¿Dónde están ahora?
Nota al pie: cada hora que pasa parece más evidente que el premier Angulo no tiene idea de dónde está parado. Fue insólito ver cómo, en los últimos dos días, mientras el Perú se desangra, ha dedicado tiempo a reuniones con el “Grupo de Universitarios Voluntarios de la Iglesia de Dios”, los “past decanos de los colegios de Notarios, Marinos Mercantes y Arquitectos” y el Colegio de Abogados de Lima. ¿Seguirá acaso sin ver noticias? Un cambio se cae de maduro.
Realizado por: Joaquín Rey, investigador principal de Videnza Consultores
Columna de opinión publicada el 18 de diciembre de 2022 en el diario Perú21.
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