No te mueras sin leer esto

Vivimos como si la muerte no existiera. Como si no fuera una certeza biológica, sino una interrupción desatinada que queremos evitar a toda costa. Y cuando finalmente nos alcanza –porque siempre alcanza– no sabemos qué hacer con ella. Ni con el dolor, ni con el papeleo ni con la memoria. Huimos. Y en esa huida, muchas veces dejamos solos a quienes más queremos.

Dos libros del reconocido doctor Elmer Huerta nos enfrentan a esa evasión con una propuesta doblemente valiente: hablar de la muerte y, sobre todo, prepararnos para ella.

El primero, “El buen morir: breve guía para entender y afrontar la muerte” (Planeta, 2024), parte de una constatación incómoda: los avances de la medicina nos han hecho negar la muerte como parte natural de la vida. Morir ya no ocurre en casa, rodeados de los nuestros, sino en una cama de hospital, bajo luces frías y con un sistema de salud mal preparado para acompañar el proceso. En esa obstinación por prolongar la vida a toda costa, perdimos algo esencial: la posibilidad de despedirnos con dignidad, autonomía y paz.

Con la claridad que lo caracteriza, el doctor Huerta construye una guía breve pero poderosa para entender y enfrentar ese momento. Basado en evidencia científica y experiencia médica, pero también en humanidad y compasión, el libro nos invita a mirar de frente nuestra mortalidad. A acompañar a quienes amamos. A planificar lo inevitable con la cabeza fría y el corazón abierto. Es un texto urgente no porque hable de la muerte, sino porque habla de cómo queremos vivir hasta el final.

En la reciente Feria del Libro de Lima (FIL), que culmina mañana miércoles 6 de agosto, Huerta presentó el complemento práctico de esa reflexión: “Todo en orden: lo que me gustaría que sepas cuando ya no esté” (Planeta, 2025). Si su primer libro nos ayuda a aceptar lo emocional y lo espiritual, este nuevo volumen nos recuerda que morir también implica dejar las cosas resueltas. Es, en esencia, un planificador póstumo. Pero no se trata solo de anotar datos legales, financieros o de salud. Es una bitácora íntima donde dejamos instrucciones, recuerdos, nuestros últimos deseos. Una carta a los nuestros para cuando ya no podamos hablar.

Quien ha acompañado un duelo sabe cuánto pesa el desorden. El testamento que nunca se firmó. La clave bancaria que nadie conocía. El albacea que se volvió enemigo. Pero también la carta que no se encontró; la historia que nunca se contó; el álbum que quedó escondido. Como explica Huerta, si ya mantener nuestros asuntos en orden suele ser una tarea engorrosa, mucho más lo será para quienes nos sobrevivan, quienes, además de llorar, tendrán que reconstruir nuestras vidas a partir de lo que dejamos –o no dejamos– atrás.

Desde la salud pública, sabemos que la muerte es tanto un hecho clínico como un evento social. Afecta a los sistemas sanitarios, al gasto familiar, a las políticas de cuidados, pero también a los vínculos, a la memoria y a la identidad. Por eso es tan valioso que un médico se atreva a hablar no solo de células y diagnósticos, sino de emociones, decisiones y legados. Huerta informa, pero también humaniza. Porque si aprendemos a morir bien, también aprenderemos a vivir mejor. Con menos culpa, con más gratitud. Más atentos al presente, más libres para construir el futuro. Y también más justos con quienes vendrán después de nosotros.

Ambos libros son una invitación a la madurez emocional, a la planificación afectiva y a una conversación colectiva que ya no podemos seguir postergando. No son libros tristes. Son libros luminosos. Nos ayudan a mirar lo inevitable con menos miedo y más amor.

En tiempos de tanto ruido, es un acto de responsabilidad ciudadana leer estas publicaciones, compartirlas y recomendarlas. Porque todos, sin excepción, vamos a necesitarlas.

Columna de opinión de Janice Seinfeld, presidenta de Videnza, publicada en el diario El Comercio.

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